domingo, 10 de julio de 2011

El amor cotidiano

A veces me pasan por la cabeza distintas vivencias, que de alguna manera me llegan e impactan directo al corazón.
Creer en el amor es algo que todavía tiene prejuicio, a veces teñido de orgullo.
¿Podría vivir sin sentir la sensación de estar enamorada y aún más sentirme amada? No.
Este camino tortuoso que me toca transitar, sólo tiene un único fin que es la irremediable búsqueda del amor.
Sin embargo, a veces cuando lo encuentro, después de pasados los primeros arrobamientos, y dispuesta a convivir, para llevar a cabo mis ilusiones, me encuentro que empiezo a descubrir que el ser que tengo a mi lado es humano, que no se viste con capa y espada, y menos aún tiene un caballo brioso que hace cabriolas de felicidad cuando me ve.
Le interesa comer, tener su ropa limpia, abrir la heladera y encontrar su vino predilecto. Y de pronto, tiene todas las miserias juntas, eructos, gases, mal aliento, etc. etc.
Y pretende que siga enamorada, cuando la ardua tarea es aguantarlo.
Pero, cuando duermo lo veo como a un niño desamparado y lo sigo amando como siempre. Es mi hombre, el que me cuida, el que me mima cuando descubre una sombra en mi mente.
Y todo lo que de pronto obscureció mi entendimiento desaparece.
El está ahí, al alcance de mi mano, la mitad de la cama no está vacia.
Descansa mi amor todo está bien, yo tampoco soy Blancanieves.

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